Miró por la ventana de nuevo, y unas cuantas veces más. Dejaba notar una leve obsesión con el estado del tiempo. Otra tarde gris, otra como tantas. Respira hondo, muerde sus labios. Josefina esperaba una señal absurda, absurda como ella misma.
Dibujó con su boca: "Amor es incertidumbre".

sábado, 20 de marzo de 2010

Josefina se quedo de nuevo sentada, mirando el tiempo pasar, viendo como se consumían las horas, ahogándose (como le gustaba ahogarse) en demasiada mediocridad. Su ser solo repetía una y otra vez, como siempre, como desde aquel día donde sus pasos quedaron marcados en avenida de mayo, como siempre desde que el desapareció, Sebastián.
En su alma solo existía Sebastián. Pero Sebastián era un cobarde, un engreído, un completo e inentendible vividor de esta vida. Sebastián era un imposible enmarcado y enterrado en esas complicaciones estúpidas y horribles que el mismo creo alrededor de su existencia.
Y Josefina era vida, era luz y esperanza. Josefina era su dicotomía. Suya? Josefina nunca había sido suya. Sebastián era de esas personas que no podían poseer a nadie, ni siquiera a el mismo. Aun así, Josefina decidió algún día bizarro y desalentador (como si esas cosas se pudieran decidir) que el iba a ser para siempre su pensamiento. Suyo? Si, suyo. Porque cuando ella tuvo que saltar hacia sus brazos, cuando fue necesario ser y caer, no hubo dudas, ni titubeos.
Ahogada de nuevo, como de costumbre, en ese otoño temprano, recordó que desaparecer fue su mejor opción.

1 comentario:

Socialista dsm dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.