Una noche como esta, a una hora cercana de esta, con la pasividad de un viento como este, decidiste desaparecer. De repente, sin piedad, decidiste dejarme de la manera más cruel que encontraste. Te alejaste de mi cuerpo, muy crudo, muy frío, tan solo para no volver. Aunque a mi me bastaba un simple adiós, esa noche decidiste no tener piedad.
En ese entonces, estabas recostado en lo más profundo de mi alma, distendido de preocupaciones, regocijándote con algunos de los beneficios; aún así, esa noche te fuiste corriendo, dejando solo destrozos con cada paso.
-Definitivamente, y cada día mas confirmado, te faltan varias vueltas de calesita que las camas varias que visitas no te dieron- dijiste. Y no titubeaste, juro que ni dudaste en lastimarme, porque en realidad era lo que mas deseabas en este mundo.
Yo era eso, eso inalcanzable para vos. Esa paz que vos en el fondo -tan en el fondo que no lo veías, o en realidad decidías tapar- querías, o necesitabas quizás. Esa comodidad.
Pero a vos te faltaba saltar hacia mi, y ya habías enterrado tus piernas en un instante de terror mundano, y ya habías decidido no arriesgarte nunca más.
Una noche de un profundo azul como esta, con una luna estampada que alucina como la de esta noche, me obligaste a enterrar mis piernas también y contigo, pero a una vida de distancia separándome de ti.
1 comentario:
Me quedo por aqui un rato porque es dificil salirme de algo tan bello, Para mí eres Efi, siempre lo serás...
andrés
Publicar un comentario