Josefina se miró al espejo. Ya eran las 3 de la tarde, y era la primera vez que veía el sol en ese día. En bombacha y musculosa, tuvo que mirar unas cuantas veces su reflejo para reconocerce. Frotándose los ojos, comenzó levemente a recordar la noche anterior, y sintiéndose sucia, cerró los ojos de nuevo y dijo en voz alta: "Hay cosas que no cambian".
Creyendo que 8 horas de sueño, quizás la harían olvidar... Pero allí estaba todavía. Siendo la misma de siempre. Con esos millones de defectos, con ese "sí" fácil, con esas ganas de vivir. Intacta, confundida, alegre, se dió cuenta que no había tomado las decisiones adecuadas, y sin embargo y nuevamente no se arrepentía de nada. Pero esto no era novedad en ella.
Normalmente, solía invitar y seducir ella, pero esta vez, el destino la invitó a toparse con un muchacho de seguridad invaluable, con objetivos decididos. Terminó tentada por el diablo, y porque no, por ella misma, para acabar en una situación de siempre, tan vivida, pero tan distinta y hermosa, tanto para hacerla despertar. Y esa era la raíz de su confusión.
Hubiera preferido mil veces seguir dormida y sentir a uno más sobre ella, pero el le había causado un cambio peculiar, que no pudo pasar de alto, que no pudo disimular. Aunque eligió quedarse callada y simular, dentro de ella, sentía renacer. Entonces sintió miedo, sintió terror. Volvía a sentir esas sensaciones rechazadas y eliminadas, volvía a sentirlas y deseaba poder escapar.
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