No sabia como explicarme a mi misma porque me sentía tan vulnerable cuando el sol comenzaba a asomarse por la ventana, en esas mañanas llenas de misterio, de amaneceres hermosos. Sabia en el fondo que no podía escaparle al día, pero tampoco podía desmentir que había sido una noche desvelada y horrible. No lograba pegar un ojo, escondía las razones, me tapaba la cabeza con la brazada, me sentaba a mirar para todos lados. ¿Nunca se me ocurrió explicarme que me estaba pasando? No estaba dispuesta a arriesgar tanto, porque la (supuesta) estabilidad valuaba muy alto en ese momento, y tirar todo a la basura parecía un pecado mortal. ¿Pero vivir en una mentira? Tampoco era necesario. Sin embargo, tan pocas cosas habían sido necesarias hasta ahora, y a pesar de todo otras miles inútiles ya habían ocurrido.
Como sabrán, casi obviamente, seguí desarrollando mi vida sin muchos entendimientos, ni muchos sueños por las noches, estructurada y decidida, continué simulando con naturaleza que nada era diferente, menos que algo me iba atemorizando por dentro cada hueso y arteria.
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