Despierto, el sonido de la alarma me abruma. Intento olvidar, por lo menos un segundo, donde estoy y donde estuve. Pero acabo, como siempre, pensando que olvidar es totalmente imposible.
Me empiezo a fastidiar. Hace frío y calor, y las sabanas me envuelven tramposamente. Quiero dormir, quiero seguir acostada. Entonces los sentimientos se entrelazan, y me es inevitable repasar uno a uno los sucesos de la noche anterior. Pero lo único que puedo destacar es: Frío, humo, gente y malditos atrevimientos.
Despertate y basta. Es imposible desmentir que de todo hay algo bueno y algo malo, pero por alguna razón extraña, a la "mañana"(porque en realidad son las 12 del mediodía), solo veo lo feo. Quizás todo esto es, simplemente, producto de unas ganas locas de querer autoconvencerme, que no va a haber mejor cosa que seguir acostada, porque la noche me pegó como siempre, y necesito superar. ¿Superar? Si es siempre la misma historia...
Le esquivo al espejo, al levantarme descalza y desabrigada. Le esquivo al maquillaje corrido, que me recuerda que se disfrutar y exprimir la naranja, hasta el final...
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